Lean a continuación la leyenda escrita por el Jesuita P. Mascardi en el año 1670, recogida de un Pueblo Araucano.
Linco Nahuel, que quiere decir "Tigre de Ejército", era un cacique muy valeroso y tan celoso de sus dominios que no permitía a nadie acercarse a ellos. Para su vigilancia mantenía centinelas en todas las alturas.
Hubo un día en que llegó hasta el pie del cerro una tribu de hombres enanos. Estos querían acampar en él pero Linco Nahuel y los suyos no se lo permitieron. La tribu de enanos venía armada por lo que se desató una gran lucha.
Con flechas enarboladas los intrusos lograron vencer y tomar prisionero a Linco Nahuel y gran número de su gente. Más tarde, los empujaron hacia la cumbre y comenzaron a arrojarlos uno a uno al abismo del cráter.
El soberbio cacique Linco Nahuel, fue obligado a contemplar desde la cúspide el doloroso espectáculo de ver cómo los enemigos, a pesar de ser tan pequeños, despeñaban a sus queridos súbditos.
Ante este hecho insólito se estremeció el Pillán, o espíritu dueño del cerro que tenía su morada en el interior del mismo, quien profundamente disgustado por la violación de sus dominios, desató un terrible alúd, envolviendo en nieve a todos los combatientes, araucanos e intrusos, quienes comenzaron a caer valle abajo, gritando estrepitosamente.
Solo sobrevivieron dos caciques contrincantes a quienes el Pillán transformó en dos riscos que se ven ubicados frente a frente en el filo del cerro, para que escuchasen el fragor incesante que producían los precipitados en la profundidad del volcán y que hasta el día de hoy se siguen oyendo.
Fuente: www.portalpatagonico.com y www.elfolkloreargentino.com.ar
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